En la baraja de posibilidades y oportunidades que se nos disponen cada día elegimos aquellas que creemos siempre más acordes a lo que queremos en cada momento, eso es inevitable.
Elegimos y damos solución a grandes y pequeños conflictos diarios sin apenas darnos cuenta, con la inercia de la rutina. Esa incosciencia de no saber que estamos eligiendo es un riesgo imprescindible a correr, que nos hace más fuertes, más seguros. Pero ¡cuidado! sólo cuando asumimos que nuestros actos temporales, a priori, de poca importancia, desencadenarán consecuencias más o menos grandes, aprendemos a bailar con el destino, con la vida.
Es él, el destino, el misterio que hoy me inquieta, el gran desconocido, real o ficticio, que siempre nos mantiene e vilo, a la espera de algo más.
¿Pero si existe de qué nos sirve elegir, si no somos libres, si estamos atados por un fino hillo al futuro, a nuestro futuro ya escrito?Es él el que nos coacciona a merecer algo que no queremos, a tener una vida que alguien ya decidió por nosotros.
Siempre nos han contado que algún día la suerte o la vida nos devolverá todo aquello que nos negó o nos quitó en su momento, pero es que yo no quiero eso, si el destino, la vida, o el tiempo one a cada uno en su lugar, en aquel que se ha ganado a pulso, yo no quiero saberlo, me gusta mucho más poder soñar que mi futuro y mis errores los construyo yo, con cada uno de los riesgos que asumo, con cada una de las cosas que aprendo mientras tropiezo y me levanto, sin prisa pero sin pausa, porque la vida sin el riesgo y la adrenalina pierde perspectiva, poque la vida con desino tiene sus ventajas, la comodidad e incluso la felicidad si eres bueno, ¿pero quién quiere ser bueno si estas destinado a morir mañana?
lunes, 26 de abril de 2010
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