Ojos Negros, piel canela

Ojos Negros, piel canela
Sólo las máximas breves son capaces de hacerte despertar y ver las cosas desde otra perspectiva, sólo los pequeños tesoros nos conmueven, sólo necesito esa noche aquel: “Sé feliz”más sincero que había escuchado, para entender que era lo único que merecía la pena ser en esta vida.

lunes, 15 de agosto de 2011

A él.

He invertido tiempo, mucho tiempo en convencerme que podría arrancar unas cuantas palabras sentidas de mi alma y construir algo, más o menos veraz y cercano a lo que él se merece, aún así volvería a empezar una y otra vez convencida de que nunca lo conseguiría.
Uno acepta los retos por orgullo propio. Uno no desea lo fácil, desea lo importante, lo ambicioso, aquello que no puede alcanzar o hacer. Y en este caso escribir sobre él, era casi a partes iguales un reto y un deseo.
Un reto porque no es fácil explicar brevemente que me une a él, quién es él, y lo que significa para mi.
Un deseo con cierto peligro, porque al definir algo que se siente, uno lo límita, lo expone y espera el juicio del resto, que la mayoría de las veces suele ser tan equivocado como sus propias palabras para definirlo.
Hace falta valor para decir te echaré de menos, para decirlo al menos sabiendo que lo harás cada uno de los días que falte a tu lado, hace falta generosidad para saber dejar ir en cada momento algo que queremos, porque no echamos de menos a las personas que queremos, lo que echamos de menos es la parte de nosotros que se llevan con ellos.
Él se había convertido para ellos, mis amigos, en pieza imprescindible de aquel círculo casi mágico que habían creado en torno al echo de pertenecer a un todo , a un colegio, al Jaime del amo.
Me acuerdo que cuando conocí aquello, cuando tanteé aquel espíritu colegial tan ferviente me asusté, lo compartían todo y eso a mis años asustaba, un estilo de vida, una forma de entenderla, noches turbias, días lúcidos, todos con todos, unidos por algo que no acertaba a comprender, pero así eran ellos me repetían, y así poco a poco empecé a quererlos como tal, porque a ellos no les hacía falta cambiar, se tenían los unos a los otros, por si algo fallaba, o por si todo iba bien. Y aunque nunca llegará a ser parte de nada o de su todo, los consideraba gente importante porque fui entendiendo lo que les unía, lo que me unía a mi también.
En lo concreto, él es, alguien especial, difícil de definir incluso cuando te parece conocerlo, te sorprende, te ríes y vuelves a empezar, te das cuenta que te queda mucho por saber de él, te das cuenta que quieres seguir sabiendo, y se suceden las ocasiones especiales, las grandes risas, las grandes fiestas, los largos paseos, y sin pensarlo, sin darte cuenta, te das cuenta de que es imposible que olvides esa vieja sonrisa.
Suena cursi, aburrido, propio de una quinceañera ñoña, lo sé y soy consciente, pero no puedo escribirlo mejor que recordando los mejores momentos, emocionándome aquellas veces en las que seguí conociéndole , por que al fin y al cabo las grandes emociones no necesitan de grandes palabras, con las viejas y simples, es suficiente.
Por eso termino así sencillamente, dedicándole a él, a mi querido amigo Chusin, estas burdas palabras, que si bien no definen un sentimiento con claridad meridiana, sirven de recuerdo, de promesa, o de algo parecido a un te quiero mucho y te echaré de menos este año por Madrid.
Eso fue lo último que deseé la última vez que le vi, que le abracé y cerré los ojos, que fuese jodidamente feliz.

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